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Alguien a quien amar. Excelente reparto, diálogos contenidos y un sólido guion
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Cuando estamos ante una directora como Pernille Fisher dotada de una gran sensibilidad y elegancia para abordar temas que afectan a los sentimientos humanos, el resultado no puede dejar indiferente al espectador. Y es que Alguien a quien amar, aparte de contar con un excelente reparto, unos diálogos contenidos y un sólido guion, te envuelve con sus paisajes, sus colores, sus objetos aparentemente intrascendentes. Todo conjurado para hablarnos de Thomas (Mikael Persbrand), músico maduro establecido en Los Angeles, que vuelve a su país, Dinamarca, para grabar un disco. Allí le esperará una hija adicta a las drogas y un nieto con el que jamás ha ejercido de abuelo. Su alma rota igual que su grave y magnífica voz (con resonancias a Leonard Cohen) se enfrentará a grandes contradicciones que despertarán en sus seres más cercanos (y también en el espectador) emociones que irán desde el rechazo más absoluto a una ternura condescendiente.
Personaje víctima de sus propias ansias de libertad, incapaz de controlar su mundo emocional y empedernido solitario a pesar de ser un cantante de éxito, será un niño quien le hará aflorar este otro yo silenciado hasta entonces y que también algo sabe de ternura y cariño. Poco a poco Thomas dejará de ser este personaje inepto en muchos aspectos e incapaz de entregarse a nadie para dar paso a un hombre más reconciliado con el mundo y consigo mismo aunque esto suponga establecer estos lazos afectivos que tanto había rehuido.
Cada momento vital del protagonista se armoniza con la música y las letras de unas canciones llenas de metáforas y nostalgias. Los paisajes nevados, desolados acompañan la soledad del protagonista y el desamparo de un niño que, solo rescatando el afecto de su abuelo, logrará formar una familia.
Textos: Núria Farré. facebook@cinemaperaestudiants.cat
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